14 agosto, 2014

I'll be forever blue

Cuando estaba en segundo de liceo, una persona que en ese entonces consideraba amiga, había subido a su facebook una de esas imágenes donde había distintos personajes con características y tenías que etiquetar a tus amigos según la característica que más los representaba. Esta imagen tenía personajes de los Simpson y mi nombre aparecía etiquetado en la imagen del personaje de Lisa con la palabra Depresiva. Me acuerdo que cuando vi eso mi reacción fue una sensación molesta en el estómago. De todas las características que podría haber utilizado para "describirme" había usado esa palabra. Mi reacción fue enojarme, no tenía derecho a definirme en una palabra y menos a presentarme así ante el resto de mis compañeros también etiquetados, con otras características bastante positivas. Esa amiga pronto terminó siendo una persona que me causó daño porque estaba muy dañada. Terminó siendo una persona a la que le diagnosticaron trastorno bipolar y depresión. Qué irónico.
Este recuerdo volvió hace pocos días a mi memoria y no creo que sea casualidad. En un lugar de mi mente sé que su juicio no estuvo tan errado, sé que tenía motivos para utilizar esa palabra y también entiendo que la razón por la que me molestó tanto es porque la depresión es algo sobre lo que todos hablan pero pocos se sienten cómodos haciéndolo. Yo no me siento cómoda. No me siento cómoda ni con la palabra, ni con lo que implica sufrir depresión, ni con el hecho de que podría o no podría padecerla. Quiero pensar que lo que tengo es solo tristeza, una tristeza que por momentos es más punzante y por otros es olvidada y remplazada con risas, ideas, creatividad y esperanza. Sin embargo, esa sensación de tristeza no parece irse cuando hago el balance del día y veo que tuve un buen día, en el que buenas cosas pasaron y nada de lo que pueda quejarme y, a pesar de eso, termino sintiéndome insatisfecha, incompleta, vacía. 
Ayer vi un video en el que decían que lo contrario de la depresión no es la felicidad, sino la vitalidad. Me asusté. Es exactamente eso lo que me falta. Vitalidad. Ganas de hacer las cosas, motivación, una energía movilizadora que me impulse para adelante y me saque de la cama por las mañanas. Porque la única razón por la que me levanto de la cama es porque debo hacerlo. Porque el tiempo sigue pasando, la tierra sigue girando y yo no puedo quedarme inmóvil sin hacer nada. Aunque incluso cuando estoy haciendo nada estoy haciendo algo, porque estoy pensando en lo que podría estar haciendo y eso me agota. Por lo cual no hay una alternativa, el agotamiento mental es constante. 
Lo cierto es que, por un lado, sería reconfortante para mí asegurarme de que precisamente sufro de depresión. Necesito esa certeza de saber que lo que me pasa tiene un nombre. Pero, por otro lado, si es ese el caso entonces, ¿qué me espera? ¿una vida de insatisfacción constante? ¿una vida donde no pueda disfrutar de las cosas lindas? ¿una vida de antidepresivos y terapia? No quiero eso para mí. No quiero esto. Pero ¿qué hago? Mis padres me ven triste y me dicen "hace ejercicio, salí con tus amigos". Pero no entienden que aún haciendo esas cosas ese sentimiento no se va. Que cuando vuelvo a mi casa, ese vacío vuelve y parece que adquiriera más fuerza, como diciendo "aah me ignoraste durante horas bueno ahora vas a ver como sigo acá". No entienden que me siento sola en esto, que siento que no puedo decirle a nadie porque hay mucho prejuicio con la depresión. Me imagino a mis amigas pensando "ésta tiene todo y está deprimida..." o sino "otra vez lo mismo". Pero estoy empezando a pensar que forma parte de mí, que tengo esa tristeza, ese velo oscuro. Y me pongo a escribir y a procesar lo que siento y me dan ganas de llorar. Lloro en silencio, lloro cuando estoy acostada en mi cama y me duele el cuerpo de solo pensar que tengo que levantarme a la mañana siguiente. Y después llega el día que voy a la psicóloga y por alguna misteriosa razón, ese día me siento mejor y es como si todos los días anteriores hubieran sido un sueño. Entonces cuando me pregunta, ¿cómo te sentís? le respondo "bien..." porque es la verdad. En ese día estuve bien... pero los otros estuve mal. Pero como ese día me siento bien, ponerme hablar de cuando me sentí mal parece ajeno. Tal como si estuviese contando un sueño que tuve, lo sentí, lo "viví" pero después de todo, fue solo un sueño.
Me siento atrapada dentro de mi misma. Dentro de mi cabeza. Lo único que me mantiene adelante es la curiosidad por el futuro de mi hermana, quiero verla crecer, acompañarla en esta etapa tan complicada en la que se está adentrando que es la adolescencia. Aconsejarla, acompañarla. Y también la curiosidad por mi propio futuro, por lo que pueda pasar mañana, porque tal vez me despierte de buen humor y las cosas no parezcan tan terribles. Tal vez el sol en mi cara mientras camino por la calle sea suficiente y el cielo esté bien celeste y el aire se sienta limpio. Y tal vez eso me baste para seguir adelante. Tal vez eso es todo lo bueno que hay. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario