26 enero, 2016

Analizando mi depresión

Desde el punto de vista biológico, puedo entender que el cerebro se enferme porque es un órgano del cuerpo humano y como tal puede tener fallas en su funcionamiento. Pero desde el punto de vista psicológico, pienso que ninguna enfermedad surge de la nada. La biodescodificación se encarga justamente de estudiar la causa emocional detrás de cada enfermedad. La depresión, por más particular y compleja que sea, es una enfermedad. Hay estudios que la asocian con desequilibrios químicos del cerebro, sin embargo, no se ha encontrado una relación exacta entre la deficiencia de determinada hormona como causa desencadenante de la depresión. Centrándome más en la lógica de la biodescodificación, voy a suponer cuál es la causa emocional de mi depresión: la represión.
Desde que tengo memoria, siempre estuve reprimiendome en cierta manera. Cuando era chica, no iba al baño en la escuela y me aguantaba hasta llegar a casa en la tarde. No decía algunas cosas o no participaba en algún juego porque tenía vergüenza. En el liceo, me daba miedo dar mi opinión, no quería caerle mal a nadie. Por más que eso está fuera de mi control, y la experiencia me lo demostró ya que en varios años tuve gente a la que no le caía bien simplemente porque no me conocían, igual me esforzaba por ser agradable. Ahora en la facultad sigo teniendo miedo de dar mi opinión, porque cualquier reproche lo interpreto como un ataque a mi persona. Porque no sé separar lo que hago y lo que opino de lo que soy.
Cuando pasas tanto tiempo reprimiendo impulsos te acostumbrás a eso, y en cierto punto, se vuelve reconfortante. Te convencés que de esa manera vas a estar más preparado en caso de que algo no salga como querés que salga. No imagino una vida sin preocupaciones y sin hacerme la cabeza, porque por más nervios que me genere, tan mal no me fue. Ese debe ser uno de los peores rasgos del ser humano: vivimos del hábito. Nos acostumbramos a pensar de una manera o a de comportarnos de una manera aunque pueda resultar dañina para nosotros. Cuando esos hábitos son buenos, nuestra vida es prometedora pero cuando no lo son, nuestra vida se vuelve limitante. Todos sabemos cómo cuesta cambiar los hábitos, nos autoboicoteamos de hacer cosas que nos hacen bien porque “no tenemos ganas”. Pero qué pasa cuando no tenemos ganas ni de levantarnos de la cama, qué pasa cuando las cosas que antes disfrutábamos ya no nos generan placer. Nos vemos obligados a hacer algo porque tocamos fondo. Porque nos damos cuenta que la vida se nos está yendo de las manos.
La depresión es un llamado de atención que nos da nuestro propio cerebro. Nos obliga a dejar de reprimirnos porque ya no podemos controlar nuestras emociones. Nos dice “estuviste ignorándote por mucho tiempo, así que ahora no vas a poder controlar todo aquello que reprimiste y te vas a largar a llorar sin parar en cualquier momento”. Es una manera de exteriorizar todo aquello con lo que no lidiaste y que fuiste barriendo debajo de la alfombra. Aquello que pensaste que habías superado. Relaciones que quedaron truncadas y que te siguen dando vueltas en la cabeza. Tus recuerdos de la infancia, de la adolescencia. Todo se vuelve vívido en tu cabeza y te obliga a hacerle frente. Porque sabés que no podés ignorarlo más, porque te está impidiendo que vivas normalmente. “Dejá de ignorarte, escucháte. Hace lo que querés, decí lo que pensás. Hacele caso a esas canciones pop, a esas frases motivacionales que fuiste recolectando al correr de los años. Dejá de pensar que todo se va a arreglar mágicamente porque no va a pasar. Hacete responsable de vos misma por primera vez en tu vida.”

¿No tiene sentido? En cierto punto, te sirve para poner las cosas en perspectiva. Para dejar de estar en piloto automático. Te cuestionás todo, hasta la vida misma. ¿Qué es la vida? ¿Tiene algún sentido o es una obligación? ¿Decido yo o el destino está escrito? ¿Las cosas pasan por una razón o porque sí? Todas estas cuestiones no tienen una sola respuesta. Pero nuestras respuestas son las que van formando nuestra vida y solo si te olvidaste de vivir podés preguntarte porqué estás vivo.

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